martes, 23 de noviembre de 2010

Ser celíaco en Buenos Aires


La celiaquía es una enfermedad autoinmune que se caracteriza por la inflamación de los intestinos ante el consumo de la gliadina, que es una proteína que viene en los cereales, a la cual muchos conocen como gluten. Esta enfermedad implica problemas para poder acceder a una alimentación necesaria, tanto a nivel económico como a nivel social.
Mónica Farias, miembro del grupo promotor Ley Celíaca, cuenta lo difícil que es conseguir alimentos permitidos por lo caro y por sí están o no aptos. “En los supermercados no es tan simple. En algunos encontrás un montón de productos que pueden llevar el logo, pero no necesariamente pueden estar libres de gluten”. Mónica explica que más allá de poseer o no el logo los productos aptos para celíacos, ellos consumen alimentos que se encuentran en los listados de las asociaciones. Estos listados consisten en alimentos que están testeados que son libres de gluten. “Sí no están dentro de los listados por alguna razón de contaminación cruzada o porque tienen atrasos los análisis o porque no están testeados debidamente, lo recomendable es no consumirlos”, explica.
Más allá de eso las empresas pueden poner el logo en el packaging, nunca se sabe si es realmente apto para celíacos. De ahí proviene la importancia incluso, para algunos esencial, en el día a día, de tener conocimiento y contacto con esta lista de alimentos libre de gluten. Son las asociaciones en este caso, las que los verifican, y promueven el aceleramiento de los trámites para incorporar al listado nuevos productos.

El grupo promotor Ley Celíaca lo que hace es brindar la misma información que posee cualquier celíaco que está bien informado, donde aconsejan sobre cómo manejarse y con quien contactarse.
“Como soy celíaca asintomático, puedo estar comiendo algo y no me voy a dar cuenta hasta el otro día o sí me hago unos análisis”, de ahí es donde proviene lo peligroso y la importancia de este listado.
Por Yamila Deluca

Templos de la comida porteña


Lejos de ser top, con decoración minimalista y carta escueta, los bodegones de Buenos Aires son pura historia y, por tanto, exuberancia en todo sentido. En su mayoría empezaron como almacenes, más tarde comenzaron a despachar bebidas y un día eran restaurantes. Son “esos lugares en los cuales la comida tiene buen sabor, donde nadie te mira con mala onda si compartís tu plato y donde las pastas caseras o el arroz con mariscos son tan ricos que te acercan a la verdad divina...”, en palabras de Pietro Sorba, periodista y crítico enogastronómico, que dedicó un libro entero a estas perlitas de la gastronomía porteña. Perlitas pero ya no escondidas. Los bodegones ahora son visita obligada no sólo para los turistas sino también para porteños con paladar exigente que, además de buena comida casera, encuentran la atención de mozos con años de oficio y un aire rioplatense en cada rincón. Entre los que destaca Sorba en su libro “Bodegones de Buenos Aires” están:

1. El Preferido de Palermo. Está dividido en dos y ejemplifica claramente el formato con el que comenzaron los bodegones: un almacén + un salón de despacho. En el restaurante se sirven buenos ejemplares de comida española. Las tortillas son un clásico. Este lugar nacido en 1952 se mantiene inmune a las modas culinarias circundantes.
Borges 2108, Palermo / T. 4774-6585
2. La Gran Taberna. Tiene 60 camareros y una carta ancha como un manual de instrucciones, con más de 100 platos. Situada frente al Congreso de la Nación, La Gran Taberna es una fija para todos los días. ¿Platos? Demasiados para elegir unos sólo. Pero las rabas a la romana no fallan.
Combate de los Pozos 95, Congreso / T. 4951-7586
3. Lo de Mary. Del almacén que durante muchas décadas funcionó en la esquina de Humahuaca y Acuña de Figueroa quedan el mostrador, las heladeras con puertas de madera y las estanterías cargadas de viejas botellas de aperitivos. Por lo demás, Lo de Mary es, básicamente, una gran parrilla barrial con carnes dignas a precios amistosos y otros platos clásicos porteños. El menú se presenta en hojas impresas dentro de folios viejos, pero el que sabe no necesita leer demasiado: irá por la entraña, el bife de chorizo, o el matambrito de cerdo. Los domingos antes del mediodía se sirve vermú con soda y un desfile de platitos.
Humahuaca esq. Acuña de Figueroa, Almagro / T. 4864-8033
4. El Obrero. Este establecimiento pasó de ser el comedero de los obreros que trabajaban en los talleres del barrio de Barracas en los años 50 a convertirse en el más “fashion” de los bodegones porteños, al que van artistas nacionales y hasta internacionales. Detrás de esa fachada, hay una gran cocina con inolvidables pucheros, pescados y paellas, entre tantas otras cosas. El detalle: La carta, en pizarras amuradas a la pared.
Agustín Caffarena 64, Barracas / T. 4362-9912
5. La Maroma. Su menú es de 350 platos. Basta echarle un vistazo para saber de qué se trata todo esto: suprema Maryland, ravioles a la Parisienne, sardinas con papas y cebollas, bife de chorizo con fritas… es decir, lo quieras, como quieras y con el acompañamiento que quieras. Lugar tanguero y barrial.
Mario Bravo 584, Almagro / T. 4862-9308
6. El Puentecito. La cerradura en la puerta de entrada a este lugar no sirve para nada. Ocurre que este bodegón no cierra jamás: está abierto las 24 horas todos los días. En la frontera que divide Capital de provincia, El Puentecito es un testimonio arquitectónico y culinario del Buenos Aires portuario de los últimos dos siglos. Tiene costillas de cerdo a la riojana, mejillones a la provenzal, rabas y muchos platos más.
Luján 2101 esq. Vieytes, Barracas / T. 4301-1794
7. Albamonte. Un clásico de la zona que circunda el cementerio de la Chacarita. Acá lo importante tiene dos vertientes. Por un lado la pizza cocinada al horno a leña. Por otro, los platos principales que hacen base en los orígenes italo-argentinos del lugar. Pastas, picadas, mariscos y pescados a la cabeza. El plato preferido del autor del libro: las trillas fritas.
Avenida Corrientes 6735, Chacarita / T. 4553-2400
8. Miramar. Los fiambres son un punto fuerte de este reducto. Los platos principales abren un abanico amplio que abarca guisos, tortillas de papa bien babé, mondongo, lechón, chambota, sardinas asadas, ancas de rana, caracoles y, para el postre, mousse de chocolate. Pero el clásico del lugar es el rabo de toro en vino tinto. Y a propósito de vinos, la oferta es tan vasta como la de las cavas ostentosas de cualquier restó moderno.
Av. San Juan 1999, San Cristóbal / T. 4304-4261
9. Café de García. Los amantes de las picadas deben conocer este espacio de Villa Devoto. Te sentás y empiezan a traer platos. Son treinta en total y a veces cuesta terminarlos. Acompañada de una cerveza bien fresca, a esta picada no hay otra que le haga competencia.
Sanabria 3302, Villa Devoto / T. 4501-5912
Por María Sol Romero