miércoles, 26 de mayo de 2010

Fiesta nacional


Acabo de llegar de la 9 de Julio. Hoy es 25 de mayo de 2010 y Argentina festeja sus 200 años, quizá correspondería decir “simbólicamente”, pero no viene al caso. Estaba cómoda en mi casa, mirando por televisión lo que ocurría en el centro porteño. Había dicho que iba a ir, para decir que fui parte de la historia pero la cantidad de gente que había desde temprano en el Paseo del Bicentenario, me había empezado a acobardar.
Pensaba que sería un caos llegar y volver de ahí. Entonces cancelé. Para matar el tiempo, me junté con una de mis amigas para merendar y como quien no quiere la cosa terminamos arriba de un bondi viajando gratis rumbo a la avenida 9 de Julio para ver el desfile de cierre de los festejos.
No exagero: ya en el colectivo se percibía cierto grado de alegría, por así decirlo. Si bien veníamos apretadísimos, la mala onda habitual del transporte público no se hizo presente. Inclusive el chofer estaba contento y dejó subir a todos, por donde pudieran, para que no se perdieran la fiesta.
Por supuesto que era un caos, los medios decían que había cerca de 2 millones de personas en el radio del Obelisco, una verdadera locura. El colectivo nos dejó a unas cuantas cuadras que tuvimos que caminar y ya de lejos veíamos la cantidad de personas que se acumulaban en los alrededores del escenario central, a pocos metros de la Plaza de la República.
Nos ubicamos sobre Diagonal Norte y Carlos Pellegrini, con el Obelisco de testigo, a la espera interminable del desfile que decían que prometía. Valió la pena esperar. Sin dudas. Tuvo un despliegue totalmente inesperado, por lo menos de mi parte. Con cada detalle de nuestra historia y con cada pincelada de nuestra idiosincrasia reflejada en carrozas imponentes. Hubo más de 2 mil artistas en escena y la presentación tuvo el sello inconfundible de la compañía vanguardista Fuerza Bruta.
Pero lo que más me emocionó fue el final: en la última carroza venían tres DJs que invitaban a la gente a bailar, porque la consigna era que “argentinos somos todos y todos somos protagonistas de la historia”. Fue realmente de película ver tanta gente, tantas familias, todos contentos, bailando y gritando “Argentina, Argentina”, sin ninguna bandera política. Las había, sí, pero eran aisladas y el grueso de la gente estaba allí por motivos que nada tenían que ver con eso: eran argentinos que, contrariamente a lo que todos piensan, se mostraban orgullosos de su país.
No esperaba encontrar tanta gente unida, demostrando cariño por el país. De hecho, en el post anterior había expresado mi deseo de encontrarnos los argentinos todos unidos, para no volver a cometer los errores del pasado, para construir un país más justo. Y quizá estoy siendo demasiado optimista, pero me dormí con una sonrisa, pensando que eso es posible.

Otra vez lo autorreferencial y subjetivo, pero lo escribí apenas llegué del desfile y lo quería compartir. Chin pum.

1 comentario:

Agus dijo...

Había que ir, aunque sea un ratito y a patear gente. Fue algo realmente único que me alegra mucho haber podido presenciar. Veo que a vos también! Lástima que te pasó un tractor por encima el sábado a la noche así íbamos con Flor jajaja
Besos!