Hace un tiempo entrevisté a un periodista para descubrir cómo y cuánto había cambiado el ejercicio del periodismo en las últimas décadas. El punto de vista de Eduardo San Pedro puede parecer, por momentos, un poco pesimista pero no deja de ser interesante. Hoy, en el Día del Periodista, lo comparto para que, más allá de los avances tecnológicos que se estén dando o se vayan a dar, nunca perdamos la esencia y la pasión por el oficio.
Eduardo San Pedro, como todo buen periodista, llega temprano a la entrevista y, antes de empezar, con conocimiento de causa, recita su currículum. Resulta extraño: es de los pocos periodistas de la vieja guardia que estudió periodismo. Fue en la Escuela Superior de Periodismo, la única que existía cuando San Pedro tenía 20 años y hambre de aprender el oficio.
Su carrera profesional empezó en el año 1967 en el semanario de Jacobo Timermann, Primera Plana. Pasó por Semana Gráfica y Revista Atlántida. Fue editor de información latinoamericana en el diario La Opinión entre 1972 y 1974 y simultáneamente secretario de redacción de la Revista Gente, puesto que ocupó hasta 1976, cuando decidió apartarse tras el Golpe de Estado que derrocó el gobierno de Isabel Perón. Durante la dictadura, se alejó del periodismo y se dedicó a la publicidad hasta que en 1983, con el retorno de la democracia, volvió a ejercer el oficio en el diario La Razón. Allí estuvo hasta 1990 cuando entró a Clarín como secretario de redacción. Hoy, a sus 63 años, está en retiro anticipado de ese diario pero tiene su programa de radio en la 2x4 y dice que va a seguir ejerciendo el periodismo pero ahora sin la obligación del ritmo agitado de las redacciones.
San Pedro las vivió casi todas y puede dar cuenta de cuánto cambió el panorama desde que se inició en el periodismo en la década del 60. Según él, de ese momento a esta parte hubo cambios conceptuales, además de tecnológicos. “Una de las transformaciones sustanciales es la llegada de la mujer a las redacciones, que hasta entonces eran feudos machistas”, cuenta. Este advenimiento se condice con el contexto social de la época en el que se reivindica a las mujeres y se les abren las puertas a lugares y oficios antes impensados. “Puede parecer un detalle menor, pero no lo es: las mujeres aportaron una sensibilidad diferente a los diarios, son tan buenas como los hombres en el trabajo y dan una visión diferente de las cosas”, afirma San Pedro. Es que hasta el momento, según cuenta el periodista, las redacciones, al menos las que él frecuentaba, estaban pobladas de hombres que fumaban y discutían de política y de fútbol. La irrupción de las mujeres significó un viraje en la forma de ver la realidad en una redacción.
Otro cambio conceptual que San Pedro reconoce es el de la capacitación del periodista. Recuerda que antes de entrar a Primera Plana le contó a Jacobo Timermann que había estudiado periodismo y el hombre se extrañó: “Para los jefes de redacción eras un bicho raro si habías estudiado porque portaban el estandarte ‘periodista se nace y no se hace’, no concebían la formación. Claramente eso ahora quedó atrás, hay una gran oferta de escuelas y universidades que enseñan las particularidades del oficio pero en mi opinión lo importante siempre va a ser que el periodista piense y conozca”.
En cuanto a lo técnico, por supuesto que no existían las computadoras, “las redacciones eran un bullicio impresionante porque había 200 máquinas de escribir funcionando al mismo tiempo”, cuenta San Pedro. ¿Pero cómo se resolvía la obtención de información inmediata tan necesaria a la hora de hacer una edición? Ahora los cables de agencia llegan automáticamente por internet a todas las redacciones, en aquel entonces existía un aparato del que no muchos oyeron hablar: el telex, un dispositivo telegráfico de transmisión de datos usado para enviar y recibir mensajes mecanografiados punto a punto a través de cables de telégrafo. “Imprimía los cables en un rollo de papel y alguien se encargaba de repartirlos sección por sección”, recuerda San Pedro.
En este sentido, las comunicaciones también avanzaron. San Pedro, termina de contar una anécdota y enseguida recuerda otra. Cuando recién empezaba lo mandaban a cubrir algunos partidos de fútbol: “Apenas terminaba el segundo tiempo tenía que ir rajando al bar más cercano y pedir prestado un teléfono para avisar a la redacción el resultado. Si hubiera tenido un celular me hubiese ahorrado más de un dolor de cabeza”. La realidad es que ahora con Internet y las comunicaciones globalizadas un corresponsal en cualquier parte del mundo no sólo manda la nota sino que también adjunta las fotografías, todo directamente diagramado en el diseño de página.
Por otro lado, las impresiones no tenían nada que ver con la impresión de la máquina rotativa como se conoce en la actualidad. San Pedro no se dedicaba a eso pero conoce muy bien cómo funcionaba la máquina que se usaba para imprimir los diarios, la linotipo: “Tenía una marmita caliente, una barra de plomo que se iba derritiendo y con la carilla escrita en la máquina de escribir el linotipista iba componiendo todo en barritas de plomo, cada línea de texto era una barra. Esa barra se ajustaba a una rama, se le pasaba una placa de amianto encima y quedaba en bajo relieve. Eso se pasaba a una teja de plomo para que quedara en alto relieve. Pasaban la tinta y esos rollos imprimían la página. Era un proceso totalmente artesanal”.
San Pedro reconoce el cambio sustancial es la informatización de las redacciones. Piensa que se trata de una transformación positiva en el sentido de que facilita muchos aspectos del oficio pero que también tiene su costado negativo. El periodista afirma que este avance derivó en que no se necesitara tanta mano de obra y en la desaparición de los diagramadores: “Ahora todo se hace en base a una maqueta que aparece en la pantalla de la computadora. El mismo redactor escribe y acomoda basándose en esa plantilla, adapta título y epígrafes a la medida predeterminada. Por otro lado, los correctores desaparecieron porque la computadora se encarga de corregir, mal, pero lo hace”. De esta forma, se van esfumando los oficios relacionados a la prensa.
Este aspecto está relacionado con los tiempos de trabajo. Contrariamente a lo que se piensa, San Pedro cree que ahora se tarda más porque anteriormente estaban segmentadas las tareas. El periodista antes se dedicaba a seleccionar el tema, escribir, titular y mandar al taller, donde otros profesionales se encargaban de armar la página. Ahora el redactor hace todo en su computadora. El proceso empieza con el editor que presenta sus temas y, en base a eso, le diseñan la página de acuerdo a un esquema preestablecido. Con eso, una vez redactada, el periodista edita la nota, titula y hasta se pone el folio. Y además, tiene la obligación de corregir, cuando antes, indefectiblemente pasaba la nota por un corrector. San Pedro deja en claro que actualmente son muchas más las responsabilidades que tiene un periodista.
Sin embargo, tener más responsabilidades no se traduce en un mejor sueldo. “Los sueldos están en retirada, se tiende a redacciones más baratas. Hoy un redactor efectivo de 21 años no puede hacer lo que yo hice cuando empecé en el oficio: no puede alquilar un departamento, tener un auto, comer todos los días afuera, fumar, tomar y salir con minas. Hasta los colaboradores vivían con 4 colaboraciones mensuales”, dice San Pedro, que agrega que esta tendencia a las redacciones jóvenes y baratas se debe a que son las que generan menos problemas.
Esto se relaciona con la precarización del oficio en los últimos años. Para San Pedro lo que se considera un salto sustantivo en la historia del periodismo contemporáneo argentino es la aparición de las revistas de noticias. Las cuatro más importantes del país fueron Panorama, Primera Plana, Confirmado y Análisis. Eran semejantes a la revista Times de Estados Unidos y se proponían ir más allá de donde llegaban los diarios. Pero después los periódicos se volcaron a hacer más análisis, más investigación y desaparecieron estas revistas. “Lo curioso es que un diario de hoy lo comparás con el mismo pero de hace 30 años y no lo podés creer: se dio un cambio enorme, la profundidad y el análisis quedaron totalmente relegados, hoy es tapa lo que pasa en el programa de (Marcelo) Tinelli”, señala San Pedro, con un dejo de resignación.
Es que la llegada de la televisión también significó un cambio para el periodismo gráfico. “Desde que recuerdo, hay televisores en las redacciones. Cuando la televisión empezó a tener mayor presencia periodística entonces los diarios en muchos sentidos salieron a copiarla. En todas las redacciones están prendidos los televisores porque se le presta atención para ver qué sale”, dice San Pedro, haciendo referencia a que la ‘espectacularización’ de la televisión se trasladó a los diarios, de modo que cubren cada vez más lo que en ella se dice.
En esta línea, San Pedro sostiene que en cierto sentido el periodismo tradicional está desapareciendo totalmente: “Ya sea por ‘copiar’ a la televisión o por las reglas que impone Internet, el periodismo que privilegiaba la escritura, en el que hacían notas de 300 líneas ya no existe más. Ahora son notas de 60 líneas, meramente informativas, es todo mucho más sintético y adaptado a una era en que la gente manda mensajes de texto, usa internet y tiene poco tiempo”.
Mientras termina el último sorbo de gaseosa, Eduardo San Pedro se pregunta a sí mismo si vamos hacia una era completamente digitalizada o si el papel va a sobrevivir. El eterno debate actual. En su opinión, todavía queda un remanente de lectores que quieren leer el diario de papel pero sostiene que en algunas generaciones más eso seguramente se acabe. Aunque no lo dice, en su discurso nostálgico se denota un apego al antiguo periodismo, en el que los periodistas salían de la redacción y se iban al café a discutir y no eran rehenes ni de Internet ni de sus celulares. “Dicen que todo tiempo pasado fue mejor, pero todavía queda mucho por explorar en el universo digital… Vamos a darle una oportunidad”, concluye el periodista