La inseguridad que se vive parece prácticamente incontrolable. Nadie está exento, pero hay algunos que están más expuestos que otros. El caso del colectivero de la línea 96 asesinado el jueves en González Catán es una arista más de esta realidad social, teñida de violencia.
Es entendible que los trabajadores del gremio paren en señal de protesta -los argentinos ya estamos bien curtidos en este asunto de los paros- porque todos se merecen trabajar en condiciones dignas y sin correr ningún tipo de riesgo... pero realmente se espera que la solución llegue cuanto antes. Lamentablemente, no es cuestión de poner más policías, son políticas sociales de fondo las que hay que implementar. Y eso ya es una utopía para los tiempos que corren.
Al final, siempre sale perdiendo la clase trabajadora: sin servicio nocturno de colectivos más de uno se funde a la hora de volver del trabajo a casa si tiene que tomar diariamente un taxi cuya bajada está $3.80. Además, más de un humilde grupo adolescente sin auto y sin demasiado cash se queda sin noches de fin de semana! ¡Piedad!